
NELLY OMAR / RAPSODA
Piel de nácar, ojos color almendra de mirada penetrante, esfinge de venus egipcia.
No habrá ninguna igual, no habrá ninguna,
Ninguna con tu piel ni con tu voz
Nació Atrevida, nombre de una estancia en Guaminí, provincia de Buenos Aires. Su padre, Marcos Vattuone, era capataz en esa estancia y guitarrero de noches largas.
Nilda Elvira tuvo una feliz infancia, séptima de diez hijos constituyentes de la numerosa familia. La vieja guitarra paterna fue el marco de sus primeros balbuceos.
Todo la inspiraba para su canto, desde el trinar de los pájaros hasta el susurrar del viento, cuando transitaba por los caminos del campo con sueños de golondrina.
Será cantora y rapsoda «Yo canto porque me gusta. Nunca pensé en ventajas lucrativas», diría Nelly.
Se dice que en 1918, cuando Gardel junto a Razzano, llegó a Guaminí para actuar en el Teatro del Prado, visitaron su casa.
Ella lo vio de lejos “Yo, a través de la persiana, lo espié”. Y lo recuerda así: «Desde ese día sigo y seguiré transitando por la huella que nos dejó nuestro Zorzal».
Todo se precipita cuando, en 1924, fallece su padre y se trasladan a Buenos Aires. El monstruo de la gran ciudad y la debacle económica la empujan al canto.
Comienza con algunas apariciones públicas. El destino la cruza con Ignacio Corsini, quien le ofrece sus guitarristas; pronto va a cantar en radio junto a su hermana Nélida «Hacíamos temas camperos, ritmos de la provincia de Buenos Aires: milongas, estilos, canciones. Los tangos los hacía yo sola.»
Las muchachas cambiaron sus nombres, Nilda fue Nelly y Nélida, tomó el Nilda de su hermana pero la conocimos como Gori.
En 1937 gana el «Gran Plebiscito Radiotelefónico» de la revista «Caras y Caretas». Radio Belgrano la contrata para su horario central y le organiza giras por todo el país. El famoso actor teatral Enrique De Rosas la llamó “la voz diferente” y, un año después, Nelly Omar luego de su actuación en Valentín Alsina, es nombrada por el presentador por primera vez “Gardel con polleras”.
«Mauri Rubinstein, el hermano de Luis, me hizo grabar un dúo con Gardel. Le había dicho a un amigo que Nelly cantaba con Gardel y había apostado tres mil pesos. Entonces me contó lo que había hecho y me preguntó si me animaba. Me llevó el disco a Radio El Mundo, me puse los auriculares y le hice la segunda voz en el tango «Angustias». Salió redondo. Como si toda la vida hubiera cantado con Gardel.» No solo era una voz diferente, era una mujer en toda su dimensión.
“De niña, habían ido unos aviadores a Guaminí; yo iba a hacer un vuelo de bautismo y mi padre no me dejó. Me frustró” recordaba. “Después empecé a estudiar en El Palomar pero, cuando me contrataron para cantar, mi mamá me dijo: «Vos naciste para cantar, no para volar»
Fue cantora y rapsoda. En la Grecia Antigua (más o menos durante el primer milenio antes de Cristo) un rapsoda era un recitador o pregonero ambulante que cantaba poemas homéricos u otras poesías épicas. Los aedos también lo hacían peroa diferencia de los rapsodas, los aedos componían las obras que declamaban. Los rapsodas se limitaban a declamar y recitar las obras de otros.
Fue parte de una generación de artistas extraordinarias que surgieron en los años ’20 y ’30. Mujeres que se impusieron en un ambiente de hostil misoginia y fueron divas por mérito propio. Pagaron caro la condición de pioneras y fueron atravesadas, en su mayoría, por un sino trágico de rencor, soledad y exilio.
Libertad Lamarque, Ada Falcón, Tita Merello mostraban las marcas de la infelicidad o el inconformismo, marcas muy parecidas a cicatrices. Nelly Omar también. Más allá de lo que se sabe.
En el momento de su esplendor se presenta en las principales radios, acompañada por Libertad Lamarque y Agustín Magaldi. Las ideas y los libretos eran de Enrique Cadícamo y Homero Manzi,
«tenía la adivinada voz de la muchacha aquella que él sospechó en sus noches de gordo adolescente por un barrio de coplas zigzagueantes que esperaba, para soltar sus sapos y el canto milenario de los grillos, fue la llegada del Angelus» para Homero, a quien conoció en la radio.
Vivieron un amor oculto en una ciudad pletórica que palpitaba la fiesta del día y la celebración de la noche. Ella cantaba el tango como ninguna y él la eternizaba en sus letras.
“Yo estuve casada, pero mi matrimonio fue un fracaso; duró un suspiro, sólo convivimos un año”, contaba sin vueltas sobre su historia amorosa, para enseguida pasar a nombrar a Homero, generalmente criticándolo con ironía. Nelly Omar no lo aceptó públicamente, pero fue el gran amor de su vida.
“Fue una cosa de parte de él, no mía”, dijo. “A mí me simpatizaba, era un hombre talentoso, valía la pena tener una charla con él. Pero yo no lo amaba, él me amaba a mí, estaba enamorado locamente. Tanto que lo conocí en el año ’37 y empezamos a estar juntos en el ’44. Me persiguió todos esos años. Me mandaba regalos, regalos, regalos. Una vez hasta se me apareció con una valija llena de oro, joyas, piedras, de todo. Me dio tanta bronca que le dije: ‘¿Te creés que me vas a comprar con eso? Lleváselo a tu mujer, que le aproveche, dejame en paz’.” contaba riendo.
“En los años que estuvimos juntos, tuvimos muchos desencuentros y, cada vez que estábamos separados, él me escribía tangos, que era su manera de comunicarse, de decirme que me extrañaba”.
Homero era un jugador empedernido, se escapaba para jugar a los burros, a las cartas, a lo que fuera.
En esa vida clandestina algunas noches las compartía con Nelly y repetía siempre la mecánica de la fuga lúdica, se encontraban secretamente en la confitería de la Torre de los Ingleses, desde donde miraban la ciudad y sus luces para brindar con champagne por el amor y la patria.
También se encontraban en la casa de Nelly, “le digo más -señala Nelly -: Homero me trajo un tango una noche para que se lo pasara a Rivero por teléfono. Yo vivía en planta baja y al llegar me golpeaba la ventana en vez de tocar el timbre. De ahí viene aquello de Y MI AMOR EN TU VENTANA.”
En el piano de esa casa, garabateando, surgió la letra y la melodÍa de “Gota de Lluvia”, ese piano que tembló sobre sus pasos fue el testigo de su pasión.
Esta puerta se abrió para tu paso.
Este piano tembló con tu canción.
Esta mesa, este espejo y estos cuadros
guardan ecos del eco de tu voz.
«En otra ocasión salíamos con Homero del Hipódromo y nos subimos al auto, en el viaje yo cantaba una vieja zamba luna. Paró el auto y ahí nomás escribió «Luna» para que yo lo cantara,
«Me escribió muchos: Fuimos, Solamente ella, Después, Torrente y otros», le confesará la cancionista a Horacio Salas en su libro Homero Manzi y su tiempo”.
A Homero se le consideraba un rapsoda ya que recitaba los dos poemas épicos.
«Sólo puedo escribir lo que me ha pasado» sostenía nuestro Homero con hidalguía, Nelly Omar solo podía amar y cantar.
Alguna vez dijo, para provocar “yo soy Malena”. El tango fue escrito a partir del recuerdo de Homero de una cancionista llamada Malena, en un lugar geográfico incierto.
Lo cierto es que el imaginario popular siempre la identificó como Malena porque ella, fue la musa de Manzi y cantó el tango como ninguna.
Lo cierto también es que Homero Manzi nunca se separó de su esposa, pero siempre siguió junto a ella. Ya muy enfermo, mandó a llamarla para que lo acompañara en su último día.
Nelly Omar lo visitó en el hospital, moribundo. Homero Manzi quería llevarse consigo a la eternidad, como su última mirada, la imagen desnuda del gran amor de su vida.
No habrá ninguna igual, no habrá ninguna,
ninguna con tu piel ni con tu voz.
Tu piel, magnolia que mojó la luna.
Tu voz, murmullo que entibió el amor.
«Fui una mujer que se valió por sí misma: tuve valor, coraje y vocación por el canto. Nunca me importó la riqueza ni la opulencia, siempre luché a pesar de que no me favorecía la época. Sin ambiciones seguí el consejo de mi madre: conservar siempre la dignidad.»
A Nelly Omar le caía bien ese lugar matriarcal. Pero sin embargo, el bronce no le sentaba bien. Era un personaje incómodo, una piedra en el zapato del tango. Extraña fruta que podía sacar los pies del plato en cualquier tema. Hablaba de todo: de Gardel, de Evita, de Manzi, de Malena. Pero si se despejaban los velos de las anécdotas se podía intuir en ese hermoso rostro de rasgos duros, vagamente indígenas, su disconformidad existencial. Una suerte de desdicha que la volvía, tal vez, indomable e invencible.
“La Gardel con Polleras”, fue un apodo demasiado ostentoso y poco feliz: lo único que la unía al Zorzal era una profunda admiración que le venía de niña y la canción nacional que ambos profesaban, como diferentes expresiones del más distinguido arte criollo.
Con un temperamento artístico férreo, indoblegable, Nelly Omar hizo de la pureza estilística su más alta forma estética. Depuró una interpretación severa y dulce a la vez, agreste y clara, una técnica sin artificios y un repertorio precioso “Tu vuelta”, “Amar y callar”, “Parece mentira”, “Mano blanca”.
Había algo de religioso en su camino sin fisuras. Una misión. Ella sabía lo que representaba. Llevó la bandera del canto criollo con una dignidad acerada, cumplía la tarea del rapsoda.
Los rapsodas recorrían las ciudades de la Hélade como poetas y cantores; recitaban sucesos del pasado resaltando las figuras y próceres de sus pueblos.
«El cine tuvo su imagen y sus canciones en “Canto de amor”, con Carlos Viván y la orquesta de Julio de Caro, con la dirección de Eduardo Morera, canta «El aguacero», en «Melodías de América».
Recién llega al disco, en el sello Odeón, por mediación de Francisco Canaro en el año 1946. Deja registrados diez temas que incluyen su gran éxito: “Desde el Alma”.
En aquel esplendor del tango del 40, la tradición gardeliana del cantor con guitarras entró en un ancho espacio de sombras. Nelly Omar fue de las pocas que se mantuvo fiel a ese estilo y a esa tradición.
“Nelly nos confiesa que no le gusta pedir, «Andar golpeando puertas. Me sentiría muy mal si supiera que estoy cantando de favor. Una sola vez en mi vida alguien intercedió para que se me permitiera actuar en Radio Splendid. Fue Evita, y no porque yo se lo pidiera. Ella no entendía como no me concedían un espacio. Le gustaba como cantaba y mucho más que cantara las cosas nuestras. Retribuí ese gesto grabando la milonga “La descamisada” y la marcha “Es el pueblo””
Cuando llegó el golpe de Estado en 1955, Nelly Omar integrará las listas negras y será prohibida para toda actividad artística.
Rumbea hacia el Uruguay y luego para Venezuela. A su vuelta realiza una gira por la provincia de Buenos Aires y decide retirarse de la actividad, cansada de las puertas que se cierran a su paso.
“Yo no me arrepentí nunca de haberle grabado las canciones por las que quedé marcada. Ni me arrepentiré”, decía “Soy la mujer argentina, la que nunca se doblega y la que siempre se juega”. Su “espíritu libre” de rapsoda rebelde la hizo indomable.
“Yo estuve 17 años sin trabajar porque me metieron en una lista negra” decía . “me las fui arreglando sola. Pero, claro, tuve que vender el piano”. Aquel piano en el que Homero creara lo mejor de nuestra cultura nacional.
Cuando quiero alejarme del pasado,
es inútil… me dice el corazón.
Ese piano, esa mesa y esos cuadros
guardan ecos del eco de tu voz.
«Cuando tuve que liquidar todo lo mío, no tenía que ponerme, y mi hermana Nilda me acompañó a comprar el poncho que sirvió para tapar sus ropas humildes, ya de veterana fue el manto de una soledad abismal, que su personalidad volcánica no hacía más que subrayar.
“Mi gente ya no está. Todos mis hermanos murieron. Me gustaría tener un hombre al lado, pero la verdad es que no tengo a nadie, más allá del amor del pueblo”, decía la rapsoda.
En 1969, a instancias de Reynaldo Yiso, graba un disco con las guitarras de Roberto Grela, y recién en 1972 vuelve a sus actuaciones públicas, ahora con las guitarras de José Canet. Demuestra no haber decrecido en sus atributos vocales. Es la misma de siempre, admirable. y recién a fines de los años ’70 graba con la orquesta de Alberto Di Paulo.
En diciembre de 1997, con 86 años de edad y con una voz diáfana e increíblemente joven, con la dignidad de los grandes, graba un compacto incluyendo “Comme il faut” de Arolas, con letra de Gabriel Clausi y otros dos, de quien fuera su último compañero en la vida, Héctor Oviedo: “La piel de vivir” y “Por la luz que me alumbra”.
«Fíjese que con «Parece mentira», con ese vals, voy a abrir el show. Porque me pinta un poco a mí. Yo soy como siempre, yo nunca cambié; mi ropa es la de antes, mi vida también. Vamos cambiando, pero interiormente soy la misma. Eso es lo que me lleva a seguir. Además, he encontrado gente maravillosa en mi camino. Yo soy artista del pueblo.»
Nelly se mantuvo indemne, pese a la devoción que le manifestaban los jóvenes, o a partir de las antológicas ceremonias de los viernes en El Club del Vino cuando, ya octogenaria, exhibía la precisión incorruptible de su canto, que la ubica en la historia grande de la música popular argentina.
Es tan triste vivir entre recuerdos…
Cansa tanto escuchar ese rumor
de la lluvia sutil que llora el tiempo
sobre aquello que quiso el corazón.
El milagro no fue su edad sino su canto: la voz de Nelly Omar no conoció la decadencia. No salía a florear su declive con el atajo del “fraseo decidor” porque no tuvo declive. Desde su debut a comienzos de la década del ’30 hasta el concierto repleto de público en el Luna Park de 2011 al llegar a los cien años fue la misma.
“Cantando me he de morir, cantando me han de enterrar… dende el vientre de mi madre vine a este mundo a cantar” citaba al Martín Fierro en sus espectáculos. Ese fue el espíritu libre y rebelde, el de la última cantora nacional.
Cuando se fue, Nelly Omar estaba en paz. Recordó su vida con el saber de haberla hecho “Desde el Alma”.